El papel (de la) prensa

Los medios de comunicación que tengan una visión demasiado estrecha
de lo que es el periodismo y cómo se hace están condenados
Alan Rusbridger, director de The Guardian

Ignoro el momento y el autor, pero en algún momento, alguien bautizó a los viejos medios de comunicación como convencionales, supongo que para distinguirlos de los nacidos en la red. Pero es dudoso que en aquel momento, ese alguien se diera cuenta de hasta qué punto acertaba, a no ser que conociese la tercera acepción que la palabra convencional encuentra en la RAE: «Dicho de una persona, de una actitud, de una idea, etc.: Poco originales y acomodaticias»Al menos, así lo indica el comportamiento de una gran parte de la prensa, el buque insignia de los-medios-de-toda-la-vida.

Los medios son empresas y como tales, sin rendir beneficios están condenados a la extinción. Sin rentabilidad no hay viabilidad. Y la rentabilidad, en la prensa, se consigue a base de una suma de lectores capaz de atraer a los anunciantes a una cabecera. Si la cadena se debilita en algún punto, el edificio se tambalea. Hoy, ante la huida en desbandada de los lectores, sólo podemos constatar que el proceso de derribo lleva en marcha mucho tiempo, y no sólo en España.

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¿Papel mojado?
La sociedad ha cambiado. Hoy,
la peor noticia para los diarios no es la red, ni la cultura de la gratuidad, ni siquiera que los menores de 30 años no se acerquen nunca a un quiosco, como si mediara una orden de alejamiento. Si me apuran, tampoco lo es el hecho de que «los jóvenes ven al diario como el medio más próximo al poder y a Internet como el más cercano a los individuos«, como explica en este estudio el profesor Miguel Túñez. La peor noticia es que, ante el tsunami que amenaza claramente su existencia, el sector permanece impávido, sin músculo para reaccionar, sin voluntad aparente de querer sobrevivir más allá de la próxima junta de accionistas. Las reglas del juego han cambiado con la sociedad. Y forzado a tomar postura, el sector se tambalea como un boxeador sonado que se aferra sin fe a las cuerdas:

  • Ante las críticas a su credibilidad, sigue debilitándola a través del periodismo de partido y pendiente de las agendas oficiales en lugar de fortalecerla desde la base de las noticias, que básicamente son aquellas que incomodan y hacen revolverse a alguien en su sillón.
  • Ante quienes lamentan su falta de independencia, la prensa responde replicando notas de prensa insustanciales -¡ay, el copy paste!- con miedo a perder la publicidad institucional, convertida en penúltima tabla de salvación del náufrago.
  • Pese a la sobreabundancia de medios digitales, sigue habiendo periódicos de papel que dando su contenido íntegro en abierto, gratis et amore, mientras intentan que ese mismo lector de la red pague por él a través de las nuevas plataformas (KioskoyMás, Orbyt…)
  • Mientras las grandes empresas de cualquier sector y las instituciones luchan por entender la comunicación 2.0, abriendo canales que les permitan dialogar con su público para mejorar su reputación, muchos medios de comunicación (sic) practican con la web social una suerte de absentismo presencial: tienen canales en Facebook y Twitter, pero apenas los usan para propagar sus noticias como si fuesen spam, sin pretender entender estos canales.
  • Mientras los nuevos medios, junto con las emisoras de radio y TV informan sobre lo que está pasando en tiempo real, los periódicos dan muchas noticias de ayer sin aportar un valor diferencial, ímproba tarea que se asigna en muchos casos en exclusiva a las firmas de la sección de Opinión en lugar de apostar por reportajes exclusivos que el lector no encontrará en ninguna otra parte.

En ocasiones, la cultura profesional de los periodistas puede ser un freno a la participación de los lectores, como recoge el profesor Santiago Justel en su artículo Transformación en la audiencia, transformación en los medios: un marco para el estudio de los retos y estrategias de las empresas periodísticas*. Pero el pecado capital no es sólo periodístico. La empresa que ve cómo su negocio se va al garete, en lugar de resistirse a esperar su funeral sigue apostando por las fórmulas que le han llevado a la UCI. ¿Y qué hacer? Para empezar, asumir que si no te haces trampas al solitario, pensar puede llevarte a conclusiones que no te gusten nada.

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¿Hay futuro?
Y una vez decididos a afrontar la realidad, hay algunas cosas que quizá no sean tan inalcanzables. Para empezar a reflexionar sobre el futuro de la prensa (de papel, o no, eso hoy es secundario y mañana será accesorio) es preciso admitir que habrá futuro si el periódico es útil y aporta un valor añadido al lector. En definitiva, como en cualquier negocio, el cliente es el jefe, y el día que deja de serlo, ha comenzado su declive. El cascabel del gato está en esta clave de bóveda: ¿cómo puede ser útil el periódico y aportar un valor añadido en la sociedad actual, saturada de mensajes? Quizá todo pase por calzarse los zapatos del lector y preguntarnos en qué podemos servirle mejor que otro. Y si somos sinceros, quizá algunas respuestas no las tengamos tan lejos:

  • El público. Hay que definir y acotar a quién nos dirigimos. Es clave posicionarse muy bien, en línea con los valores de la empresa editora. Si eres un youth hostel cualquiera de Amsterdam atraerás estudiantes en busca de saldos, pero quizá no tantos como si te promocionas como el peor hotel del mundo. Y si eres el periódico de la comunidad amish, la brecha digital dejará de importarte.
  • Algo más que lectores. Las redes sociales deben ser una fuente de interacción constante con el público, que es fuente de noticias, pero también nos informa de tendencias y de nuevas ideas para trabajar los contenidos. Si se construye una comunidad sólida que siente el medio como propio, el lector puede convertirse en cómplice. Aunque no garantice nada, sin esa implicación, será mucho más fácil que suceda lo que se preguntaba hace unas semanas el nuevo dueño del Washington Post, Jeff Bezos:

Incluso con un servicio de pago online, otras páginas pueden resumir tu trabajo y hacer que esté disponible de manera gratuita. El lector se puede preguntar por qué iba a pagar por todo ese esfuerzo periodístico cuando puede conseguirlo gratis en otro sitio.

  • El contenido es el rey. Parece una perogrullada pero en 2013 hay que recordarlo. Lo que hace útil e interesante el periódico es su contenido. Siempre lo fue. Más allá de debates estériles sobre formatos (debates que la realidad pondrá en su sitio), la clave es lo que se cuenta al lector. Por más que tratemos de hacer atractivos los temas de siempre, estos olerán a naftalina. Y en demasiadas ocasiones, las portadas de hoy tratan los mismos temas que en 1977, cuando la sociedad ya va por otro lado.
  • No estamos solos. El periódico no puede ignorar que la red ha abierto un nuevo horizonte y que la información no puede ocultarse bajo una alfombra por más que perjudique a un anunciante potente. Si El Corte Inglés se ve abocado a renegociar su deuda y tú das por buena la versión de la empresa, vendrá un blog de economistas como Nadaesgratis a ponerte en evidencia (ver el apartado Los blogs y la libertad de prensa).
  • #Findelacita. El protagonismo de las declaraciones es exacerbado y no tiene sentido. Es necesario dar a las palabras su valor, contrastando su contenido con la realidad para tasar su valor ante la opinión pública, como ya se hace en medios como Fullfact. Y a los titulares, cuando realmente lo merezcan. El resto es parole, parole. Y el público ya lo sabe.
  • Ojo al dato. Sí, estamos saturados de datos, pero filtrados por fuentes interesadas y con escasa posibilidad de contraste. A falta de que la nueva Ley de Transparencia muestre sus efectos, el público exige que se dedique tiempo de profesionales competentes a la búsqueda de los datos más fiables posibles, y cuando el poder obstaculice el acceso a los mismos, sea denunciada la ocultación.
  • Sin periodistas no hay periodismo. Finalmente, para tener en exclusiva buenos temas que atraigan al lector es preciso detener la sangría de profesionales experimentados. Escuchar sus propuestas. Exigirles nuevos enfoques. Y luego, claro, darles tiempo para trabajar esos temas. Detrás de cualquier trabajo de calidad está la suma de trabajo, talento y tiempo. Y no siempre por este orden.

Contra lo que pueda parecer, albergo más dudas que certezas. Todo cambia a tal velocidad que la incertidumbre es la nota dominante. Y el dinero es cobarde por naturaleza. En todo caso, el resultado es que tenemos una prensa zombie, que aún no sabe que ha muerto. Para resucitar, deberá admitir la realidad y volver conectar con una sociedad muy diferente de la de hace 30 años, aportándole elementos de juicio útiles para tomar decisiones. Si además, es capaz de hacerlo de forma atractiva para los jóvenes, tendrá futuro, aunque difícilmente en papel. Pero debe reaccionar y hacerlo contrarreloj. Si siguen siendo convencionales, su papel será cada vez más residual y la fecha de su funeral, más próxima.

* Número 4 de la revista AdComunica.
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2 Responses to El papel (de la) prensa

  1. Avatar de JESUS JESUS dice:

    No hace tanto, un domingo a las doce ya no había ni un solo periódico en el kiosco, había que madrugar, los coleccionables tenían la culpa. Entre semana era igual.

    La gente coleccionaba todo, llegaba uno al kiosco y estaba todo vendido, entonces la dependienta me sacaba una pila de periódicos y me decía, llévate el que quieras, son gratis, les cortó el cupón, se lo llevan y el periódico no lo quieren.

    El alma se te caía a los pies.

    De pronto a la gente, no solo al poder, le dio por ahorrar en cultura y dejo de comprar el periódico, el kiosco cerro, luego otro, y ahora para comprar un periódico, tu lo sabes, te recorres medio Castellon.

    Te ven llegar a casa con el periódico y lo mas bonito que te dicen es inútil, esta gratis en internet, y la verdad esta en tal o tal foro.

    Lo dejo, no acabaría nunca. Pienso ya que tienen razón

    Por no hablar de lo principal y es que hace tiempo se perdió, perdimos esa fe ciega que teníamos en los periódicos y su contenido como verdad absoluta, y daba igual que la verdad llegase al dia siguiente, sabiamos esperar.

    Todos sabemos ya que unas veces nos mienten y otras no dicen la verdad. Escribimos y leemos mejor que la mayoría de los «periodistas» y eso se nota, y ya ni los suplementos dominicales nos consuelan, pues no dejan de ser las misma tonterías que se pueden leer en internet. En fin, no hay diferencia entre pagar por papel y leer en internet, en ambos casos, por lo general nos tratan como a tontos…

    RECUERDOS

    Pd En algun lugar debe haber guerra, pero no importa, lo realmente imporntante ocurren en las montañas de MONTANA

    • Avatar de ximogorriz ximogorriz dice:

      Cierto, Jesús. Tu descripción es dolorosamente cierta, es la experiencia de miles de lectores que están dejando de serlo. Los periódicos nunca dieron la verdad absoluta, pero la expectativa existía, y así ha sido por generaciones. Nuestra generación es la última que ha sentido esa pulsión; y ahora vemos a qué ha quedado reducida. Sin embargo, lo más triste de todo para mí es lo que constatas sobre la calidad del trabajo periodístico. Durante décadas y siglos se apostó por ella, hoy prácticamente se desprecia. Y esa es una forma de despreciar al lector que no ha pasado desapercibida. Un abrazo.

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