En plena epidemia del cólera -tercera del siglo en la provincia, tras las de 1834 y 1855- El Clamor de Castellón da cuenta en agosto de 1885 de una carta del corresponsal de El Mercantil Valenciano en Artana, en la que detalla los estragos que la enfermedad causa en la población. En un tono muy crítico con las autoridades -específicamente la Alcaldía-, se denuncia la insuficiencia de recursos para luchar contra la dolencia: «aquí no se conocen fumigaciones, ni ninguna clase de desinfectantes, ni mucho menos auxilios oficiales en pró de los epidemiados pobres y ricos. ¡Hasta la santa caridad cristiana se ha perdido…!».
En la carta, se cuenta con desesperación que «el pánico ha llegado a su periodo álgido. Por las calles no se ven otros seres vivientes que los sacerdotes que van a prestar los auxilios espirituales a los enfermos y a los enterradores conduciendo cadáveres al cementerio, el cual, para mayor desgracia, está casi pegado a la población». Y el corresponsal se pregunta «en qué se ocupa ese… especial alcalde», respondiéndose que «se entretiene (…) persiguiendo sin cesar a los liberales y especialmente a los monárquicos, que no están conformes en su administración». Y va más allá: «ha prohibido que los vecinos tomen el fresco en las puertas de las casas y que después de las nueve de la noche passen por las calles en mayor número de tres» de forma que «en pocos días han sido multados 25 liberales».

