A finales de abril de 1910, Heraldo de Castellón anuncia la inminente publicación de un bando del alcalde Odilón Gironés «ordenando que el barrido de las calles lo efectúen los vecinos» y estableciendo horarios para ello. Los montones de basura resultantes sería recogidos luego por los barrenderos municipales.

La instrucción es mantenida en el tiempo con algunos pequeños ajustes, como muestra una circular del alcalde Juan Bautista Carbó, de la que se hace eco El Clamor el 19 de julio de 1922: se diferencian horarios de verano e invierno y se insta al vecindario a optar entre guardar las basuras «en su establo o corral» o entregárselas «al barrendero público».

Pocos años después, los servicios municipales de limpieza se amplían y mejoran, con Salvador Guinot como alcalde. El 17 de septiembre de 1926, La Provincia Nueva explica que las brigadas «barren y amontonan la basura en las calles» para recogerla después. No obstante, el periódico tira de buenas dosis de ironía para hablar de «un deporte municipal divertidísimo»:

