El martes 17 de abril de 1900, Heraldo de Castellón hace balance de los tres días de Pascua en los que «Castellón ha quedado completamente desierto» gracias al «tiempo primaveral imperante», con Benicàssim, el Grao y las masías y masets como puntos de encuentro de unos ciudadanos «entregados en absoluto al jolgorio y al recreo». En la noticia se da cuenta también del colofón de las celebraciones, el «entierro de la sardina» con el que «terminará el presente periodo de fiestas».

Llama la atención del lector del siglo XXI la alusión a una tradición que, como veremos tres décadas después, en plena II República, languidece hasta desaparecer en su carácter pascuero, conociéndose luego solo como punto final del Carnaval. El 4 de abril de 1934, el propio Heraldo hace alusión a esta «costumbre que también ha desaparecido de nuestro pueblo, con otras tantas tradiciones»:

En busca de paralelismos a esta tradición local, encontramos únicamente el caso de la ciudad de Murcia, donde desde 1851 esta es una celebración que se mantiene como algo propio de la Pascua.