La vieja figura del sereno se incorpora a la plantilla municipal (31.01.1975)

El primer pleno municipal del Ayuntamiento de Castellón en 1975, presidido por Francisco Grangel Mascarós, aprueba la incorporación de la figura de los vigilantes nocturnos -los antiguos serenos- a la plantilla municipal. Nada menos que 30 plazas se crean para que los vigilantes dejen de ser trabajadores eventuales, situación laboral en la que llevan unos años. El último día de enero, el diario Mediterráneo recuerda a este respecto que en 1948 eran 45 las «demarcaciones» en que estos trabajadores ejercían su labor y que la cifra se había reducido a 27 «por falta de personal».

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Como recordará años más tarde el periodista Francisco Pascual: «Colegas de los guardias municipales, aunque al margen de la institución, estaban los serenos. Ave María, las doce de la noche y sereno, era la cantinela que repetían cada hora para información viva voce de los que sufrían de insomnio, porque los durmientes ni se enteraban. Aquellos vigilantes nocturnos vivían un poco de la caridad pública, porque tenían que ir a cobrar el recibo de casa en casa, sin que el Ayuntamiento en realidad tuviera nada que ver con el tema, al menos en su financiación. A pesar de esto, los vecinos les profesaban un especial afecto y consideración por su entrega en un oficio poco grato y a veces hasta peligroso como es siempre el de cualquier celador de la seguridad, y en este caso más todavía, porque estaban en vela toda la noche hasta las primeras luces del alba en una ciudad que dormía confiada en sus vigías. Aquella «rara avis» poco a poco desapareció, a medida que fallecían o abandonaban los más mayores en edad, ya en los años 60. Y en esta última etapa, el ayuntamiento les acogió como auxiliares de la Guardia Municipal con un salario digno y al margen de la precariedad que sufrieron durante tantos años y además, nunca mejor dicho, con nocturnidad. La placa de guardia municipal les dio en ese periodo final un rango de autoridad frente a los desaprensivos que suelen abundar en la noche. El chuzo y el farol, con el consiguiente llavero, ahora mismo son el recuerdo de un ayer que cada vez nos parece más lejano al contemplar el Castellón actual con sus movidas nocturnas».

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