A mediados de noviembre de 1959, Mediterraneo da cuenta de la noticia que unos días antes ya es «un fundado rumor»: el acortamiento del itinerario de los entierros, que a partir de entonces se producirá «a las puertas de las respectivas parroquias, donde los sacerdotes asistentes finalizarán el oficio litúrgico». Se trata de evitar el desplazamiento de los fieles hasta «los lugares de despedida» de costumbre hasta el momento, el más significativo de los cuales era la actual plaza Clavé, conocida como el descarregador de la llenya, camino del camposanto.
El periódico aprovecha para hacer un recordatorio a los feligreses para no prolongar innecesariamente la despedida del duelo: «lo que hace falta es que la gente que acude a los entierros cumpla lo que se pidió y se pase a dar el pésame en grupos y no en fila de a uno, lo que alarga considerablemente la citada despedida».

