El atardecer del miércoles 28 de septiembre de 1949, el cielo se oscurece hasta teñirse de luto. Es el presagio de la peor tragedia en la ciudad desde la Guerra Civil: una tromba de agua desborda el río Seco y al menos 12 personas, la mayor parte menores, fallecen dejando una gran herida en la memoria colectiva, y marcando a toda una generación de castellonenses.
Al día siguiente, el jueves 29, Mediterráneo incluye en su información una nota de esperanza sobre las consecuencias de la tromba: «afortunadamente, no parece haber causado ninguna víctima», pese a los cuantiosos daños materiales:
Al día siguiente, sin embargo, el amanecer trae las peores noticias posibles. Empiezan a aparecer los cadáveres en distintos puntos de las zonas aledañas al río -hasta 10 en esas horas- y la ciudad empieza a adquirir conciencia de las dimensiones de la catástrofe, más allá de los daños materiales:
El domingo 2, en la portada del periódico se recogen varias imágenes con las consecuencias del desastre en distintos puntos de la ciudad:
Hacia el final de la semana, la lista de fallecidos crece un poco más: el sábado 1 de octubre es hallado el cadáver de una niña de entre 5 y 6 años y al día siguiente, domingo 2, la cifra de muertos alcanza los 12 al ser localizado el cuerpo de un bebé de tres meses, cuya desaparición había sido denunciada días antes por su familia.



