El autodenominado semanario humorístico La Juventud califica el Parque Ribalta, en la primavera de 1889, de «sitio delicioso, hermoso y tenebroso a la par», en referencia a la falta de alumbrado «en el presente momento histórico». Esta circunstancia permite a los amantes «dar expansión a su cariño, sin miedo a miradas importunas», y el redactor del suelto dice que la cosa «tiene sus intríngulis», añadiendo que «para algo crió Dios las calabazas».

