Hubo un tiempo en que el cambio de hora era toda «una fiesta», como subraya este artículo de la Biblioteca Nacional de España. Recuerda Antonio García Jiménez que el 15 de abril de 1918 fue la primera vez que el Gobierno de España implantó el horario de verano, «decisión que se había tomado en imitación de lo que habían hecho dos años antes los países europeos que luchaban en la I Guerra Mundial. En todas partes el ahorro de carbón era la justificación».
En Castellón, la celebración llevó al público a corear las primeras once campanadas y finalmente, a ovacionar con «una atronadora salva de aplausos» la duodécima y última, según la información de Heraldo de Castellón al día siguiente:
Luego, el 6 de octubre, se regresó al horario de invierno al retrasarse la hora que se había ganado en abril. Al año siguiente se repitió la operación en primavera y otoño, porque pese a haber terminado la guerra, el carbón aún escaseaba. Sin embargo, en los años siguientes no se hizo, hasta que en 1924 la dictadura del general Miguel Primo de Rivera recuperó la medida «para acompasar la hora con el resto de Europa, donde se comenzaba a ver las ventajas de hacer en tiempo de paz lo que se había hecho durante la guerra». Así se vivió en la plaza de Castelar, hoy Puerta del Sol de Castellón, donde «un gentío inmenso presenció la operación», según la noticia de Heraldo:



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