Autodenominado como «semanario regionalista antiliberal», El Cruzado publicaba a comienzos de abril de 1909 un irónico suelto sobre uno de los árboles plantados en la plaza de la Constitución -hoy Mayor- en la segunda mitad del siglo XIX y los primeros años del XX, bajo la denominación de «árbol de la Libertad». El primer ejemplar de laurel se plantó en octubre de 1868 y el simbolismo se mantuvo con el tiempo pese a la muerte del primero. Con el tiempo se le rodeó con una valla de hierro forjado, provocando comentarios en la prensa sobre la paradoja de que el símbolo de la libertad se encontrase entre rejas.
El suelto del periódico católico subrayaba que tras «muchos meses insepulto el cadáver» del árbol, había sido por fin recogido «en el carro de la basura», para ser dirigido «al lugar que de hecho le corresponde». Asimismo, le auguraba apenas «semanas» de vida a su sustituto, tras anidar en él «todos los moscardones, moscas y abejorros de este término empeñados en ser huéspedes del simbólico arbolito».


