Solo dos días después de publicar en Mediterráneo un bando «saliendo al paso de falsos rumores» y advirtiendo al público que producía «injustificadas colas en las panaderías» que el suministro de pan estaba «plenamente garantizado», el alcalde de Castellón, José Gimeno Almela, se dirigía de nuevo a sus conciudadanos a través del diario del régimen franquista para lanzar un aviso en primera persona: «en manera alguna consentiré que más de cinco personas guarden turno para abastecerse de tal artículo, imponiendo la máxima sanción a los infractores». A mes y medio del final de la Guerra Civil, el primer alcalde de la dictadura en la capital decía esperar del vecindario «que, dándose cuenta de las circunstancias especiales que de momento atravesamos, adquirirá el necesario pan para el consumo ordinario, no dando lugar a abusos en su destino y, a ser posible, reduzca la compra del mismo».
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