Tras la muerte, el 6 de febrero de 1929, de la segunda esposa de Alfonso XII, María Cristina de Habsburgo-Lorena, se celebraron múltiples funerales «regios» en la provincia de Castellón, como en el resto del país. A cuenta de esta circunstancia, Vicente Gimeno Michavila, que meses antes había dejado su cargo como cronista oficial de la ciudad para convertirse en secretario de la Diputación Provincial, escribía en Heraldo de Castellón este artículo en el que rememoraba el papel de Josep Climent i Avinent en el funeral local por el alma de Felipe V, primer rey borbón de España, en 1746. Con 40 años, el teólogo Climent era en ese momento rector de la Colegiata de San Bartolomé en Valencia -muy cerca de las Torres de Serranos- y le faltaban 20 años para convertirse en obispo de Barcelona. A su fallecimiento en 1781, había regalado su casa natal a la iglesia para que sirviera como albergue a los huérfanos (la Casa dels Òrfens) en la calle que hoy lleva su nombre, además de donar su biblioteca personal a la ciudad. Sus restos reposan en el atrio de la Concatedral de Santa María.
Entre otros detalles, Gimeno señala que el sermón que Climent pronunció en el funeral «fue elocuentísimo» y su impresión «costó 29 libras y 4 dineros».
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