
Los problemas económicos del Estado acuciaban al riojano ministro de Hacienda, Manuel Orovio, a comienzos de 1879, cuando La Alborada le lanzaba una idea desde Castellón. El periódico constataba que «ni las bellas artes» se salvaban «de la manía financiera» de los alcaldes de la Restauración, y ponía como ejemplo al de Burriana, quien «cada vez que la música sale a tocar le exige cinco peseticas«. La conclusión era sencilla: con este tipo de ingresos «encontraría fácil solución en España la siempre gravísima cuestión rentística».
