Entre los personajes principales de La saga-fuga de JB (Gonzalo Torrente Ballester), destaca una ciudad. Es la imaginaria Castroforte del Baralla, urbe con una peculiaridad asombrosa: cada vez que sus habitantes se ilusionan o se preocupan por un hecho todos a la vez, la ciudad levita. Literalmente, se alza sobre sí misma. Y se mantiene así tanto tiempo como dure el ensimismamiento colectivo. La literatura, ya saben, permite estas licencias.
Aun sin niebla galaica de por medio, en Castellón sucede algo parecido, una vez al año. Y el ensimismamiento dura 9 días. Cuando el pregoner lanza a los cuatro vientos de la Plana la buena nueva del tercer sábado de Cuaresma, los castellonenses vemos cómo la ciudad se transforma y todo parece posible. Es la magia de la fiesta. Luego, cuando se extinguen los ecos del Vítol, volvemos a poner los pies en el suelo y retomamos nuestro trajín cotidiano, mascullando cada cual su propio balance de la semana.
Desde que las fiestas de la Magdalena adquirieron su estructura actual en 1945, los castellonenses nos preguntamos cómo deben ser nuestras fiestas fundacionales, y la mejor respuesta la encontramos en el Pregó de Bernat Artola: no volem límits estrets d’ambicions massa modestes. A finales de los 70, esta reflexión íntima se hizo colectiva, cuando el Ateneo de Castellón tomó la iniciativa y organizó, sin tutela alguna, el I Congreso Magdalenero. Casi 40 años después de aquel evento, la alcaldesa de Castellón, Amparo Marco, anunció unas semanas antes de la Magdalena 2017 la convocatoria de la cuarta edición del congreso «porque hay que acercar más nuestras fiestas a los valores, sentimientos y voluntades de la sociedad castellonense del siglo XXI«.
Pero ¿qué es un congreso magdalenero? ¿tienen consecuencias sus conclusiones? El balance resulta bastante desigual, a partir de la experiencia. A continuación, repasaremos el contenido de los tres congresos celebrados hasta el momento, todos ellos en el último cuarto del siglo XX:
I Congreso: sentido tradicional, romería, rollo, caña y gayatas
En 1978, el Ateneo de Castellón presidido por Luis Prades, impulsó y organizó el primero de los congresos magdaleneros. que se planteó como “una reflexión colectiva sobre cualesquiera aspectos de nuestras fiestas”. Aprobada su convocatoria por la propia Junta Central de Festejos de la Magdalena el 10 de enero, las sesiones comenzaron el 26 de febrero en los locales de la delegación de la Conselleria de Cultura, aunque los plenos tuvieron lugar en el Ayuntamiento. En su libro Magdalena. Historia y leyenda de un pueblo, Àlvar Monferrer y José Sánchez Adell repasan las conclusiones de aquel encuentro, estructurado a partir de 6 ponencias. Su resumen es este:
- La fiesta de la Magdalena ha sido y debe seguir siendo la festa de germanor de todo el pueblo de Castelló.
- Debe predominar el sentido tradicional de la celebración, que será explicado con todo detalle para evitar su olvido.
- Por ello, debe cuidarse la romería, y que el porrat del pie del cerro no interfiera en el espíritu de la misma.
- Hay que poner al día la procesión nocturna.
- El día principal es el tercer domingo de Cuaresma y no se debe cambiar, aunque quizá habría que acortar la duración de las fiestas después de consultar al pueblo.
- Los símbolos tradicionales por antonomasia son el rollo y la caña; también se debe promocionar la variedad de colorido en los pañuelos de cuello, y rescatar les xiquetes del meneo en el desfile de las gayatas.
- Deben fomentarse las gayatas pequeñas e individuales; las grandes deberán ser patrocinadas por instituciones; por más que haya que aumentar la participación de las asociaciones de vecinos, procurando de esta manera extender las fiestas a los barrios periféricos.
- Se potenciará el órgano central de las fiestas y en él habrá representantes de los sectores; las comisiones de los barrios tendrán autonomía en su organización, aunque el órgano central se encargará de la coordinación.
Añaden Sánchez Adell y Monferrer que en aquel primer congreso quedó sin desarrollo el aspecto de la financiación, y se aplazaron las ponencias sobre la participación de la mujer y la inclusión de otros actos y festejos, hasta el momento en que se reestructuraran las fiestas. No obstante, constatan que las ideas aportadas constituían «más declaraciones de principios sobre la mayor participación popular que indicaciones precisas sobre cómo conseguirla«, por lo que «apenas dieron más de sí«. Habrían de pasar aún diez años para que las cosas cambiaran en profundidad.
II Congreso: romería penitencial, gayata… y deberes para el Ayuntamiento
Pasaron ocho años, llegó 1986 y la Asociación Moros d’Alqueria, en el marco de la celebración de su décimo aniversario, convocó el II Congreso Magdalenero, que de este modo se proclamaba continuador de la saga, legitimando de facto la sucesión de estos encuentros para la reflexión en torno a las fiestas fundacionales.
El contexto de las fiestas hace 30 años no era especialmente grato, según se hace patente en la carta-convocatoria del congreso, en la que se habla de «multitud de problemas que rodean las fiestas» y «gran división» entre los colectivos, como motivos que han llevado a la convocatoria:
El congreso se articula sobre 3 ponencias y se celebra los días 31 de enero y 1 y 8 de febrero. Los antecedentes históricos son tratados por el historiador José Sánchez Adell, quien al año siguiente se convertiría en cronista oficial de la ciudad. El pasado inmediato corresponde al periodista Jaime Nos, mientras que la actualidad y futuro son objeto de la ponencia del también periodista Francisco Pascual. Las principales conclusiones serán:
- Se reafirma el carácter penitencial de la romería a actualizar cada tercer domingo de Cuaresma, de acuerdo con la tradición.
- La Gayata será el principal símbolo de las fiestas y de la ciudad.
- Debe fomentarse la gayata monumental y artística, en complemento con la individual.
- La indumentaria festiva propia de la mujer será el vestido de castellonera o el de labradora.
- Debe procurarse la recuperación de las antiguas costumbres que se hayan perdido.
- Debe haber una mayor participación en la Junta Central y despertar el interés de las collas.
- Las comisiones procurarán identificarse con la gente de su sector.
- También deberá replantearse la división de los sectores.
- Se destaca la necesidad de un Casal de Festes adecuado.
- La Junta de Fiestas debe tener «carácter absolutamente representativo, para lo cual deberá procederse a la urgente revisión y actualización de sus estatutos«.
- Se hará un esfuerzo para una mayor divulgación sobre el significado de la Magdalena
Como entidad organizadora del congreso, Moros d’Alquería también mostró su inquietud por el estado de degradación de las ruinas del Castell Vell y del cerro de la Magdalena, a través de una dramática «llamada de atención» que acompañó las conclusiones.
No obstante, sin duda lo más trascendente fue la inclusión en las conclusiones de un párrafo que ponía deberes al Ayuntamiento de Castellón y que, a la luz de los hechos posteriores, resultaría profético: «Sobre la base del derecho y deber del Ayuntamiento en lo referente a las fiestas, como una más de sus obligaciones, se entiende que la Junta de Fiestas, que actúa por delegación del municipio, debe tener un carácter absolutamente representativo. Se entiende que esta Junta representa a toda la organización de las fiestas y por tanto, debe reunir a todos los estamentos que la integran. Este aspecto representativo se considera fundamental, y el primer paso es la urgente revisión, actualización y aplicación de sus estatutos«.
Un año y unas elecciones municipales más tarde, el 26 de febrero de 1988, un pleno municipal debatía la realidad de las fiestas y su proyección de futuro. Todos los partidos se habían comprometido a reformar la estructura festera en la campaña municipal del 87, y la falta de mayoría absoluta hacía obligatorio el consenso. Y por consenso de los 4 grupos municipales se constituyó una comisión en el seno de la corporación, con el encargo de elaborar unos nuevos estatutos del organismo festero, así como la composición de una asamblea que los aprobara en los tres meses posteriores, así como la elección de una nueva Junta de Fiestas.
Cumpliéndose los plazos establecidos, el 11 de junio se reunía la asamblea, a la que se presentaba el proyecto estatutario. Una semana después, analizadas y aceptadas las enmiendas por la mesa, se aprobaban los estatutos de la nueva estructura de la fiesta en Castellón, la Fundación Municipal de Fiestas, «una organización progresista y más acorde con la realidad plural y participativa de la sociedad castellonense» según explica Francisco Pascual en su imprescindible Ayer y hoy en Castellón. Era el 18 de junio de 1988 y se producía «un cambio absolutamente necesario de cara al futuro» dado que, recordaba el periodista, «desde mucho tiempo atrás se había manifestado repetidamente la necesidad de un cambio en la estructura de las fiestas para que estas fueran más populares y participativas. El cambio que se había operado en la sociedad con la recuperación de las libertades exigía también la consiguiente evolución en un aspecto tan importante para la convivencia ciudadana como el de las fiestas«. Nacía así la Junta de Fiestas como ente autónomo y con representatividad y legitimidad para la organización de las fiestas de la ciudad. Su primer presidente, elegido el 3 de junio, sería Sebastián Pla Colomina, primer presidente de la Junta ajeno a la corporación municipal.
III Congreso: la fiesta en la calle como seña de identidad
La modernización y democratización de la estructura supuso un antes y un después para las fiestas, en unos años de cambio que, por ejemplo, habían vivido el fenómeno de la proliferación de collas. En 1993, nació la Federación de Collas. Y sólo dos años más tarde, la Federación de Colles convocaba el III Congreso Magdalenero, que tendría lugar los días 10, 17 y 23 de junio del año 1995, coincidiendo con el 50 aniversario de las fiestas en su estructura actual. En la convocatoria, la agrupación de las collas justificaba la oportunidad del congreso por «la problemática que actualmente envuelve la fiesta grande de nuestra ciudad y el nuevo modelo de participación de los diversos colectivos -festeros y no festeros- en esta«. Aún hoy, en la web de la federación, aún hoy se destaca que la propuesta «fue acogida en el seno de la fiesta oficialista con algunos recelos«.
Las sesiones congresuales se llevaron a cabo en el salón de actos de Bancaja los días 10 y 17 de junio y las jornadas estuvieron divididas en la presentación de tres ponencias marco, como ejes vertebradores del Congreso. En la primera, Sixto Barberá trató sobre la Evolución de las fiestas de la Magdalena desde el II Congreso y su futuro. Al hilo de esta ponencia se presentaron las comunicaciones El Pregón, una manifestación a dignificar (Chelo Pastor), El Festival Internacional de música de Fiesta, (Enrique Monerris) y La gaiata del futuro (Francisco Merchán).
Por su parte, Sebastián Pla disertó sobre la Integración de las collas y su participación en el mundo de la fiesta. En esta ponencia se presentaron las comunicaciones La fiesta y la lengua (Antoni Royo) y Las Collas, las collas bares y otros comentarios (Joan Bautista Campos).
Finalmente, Lluís Doménech abordó la Estructura y recursos (financiación) de los entes festeros. En relación con esta ponencia se presentaron las comunicaciones Puntualizaciones sobre la estructura y financiación de las entidades festeras (Albert Sánchez Pantoja y Josep Luciera), Yo opino (Fina Irún) y El cau gaiater. ¿Dónde está el patrocinio de las gaiatas? (Vicent Ballester).
Pese a que se anunció la edición de una publicación con las conclusiones, lo cierto es que motivos económicos impidieron su edición, según explica el entonces presidente de la Federación de Collas, Xavier Pérez. Sólo contamos con el resumen de las conclusiones “provisionales” publicadas por Mediterráneo, que según recuerda Pérez se elevaron a definitivas. Su síntesis es la siguiente:
- La Gaiata es símbolo de la fiesta y de la ciudad, y el monumento no es exclusivo de ningún colectivo. Sería “conveniente” dedicar unas jornadas específicas a su simbolismo e introducir su diseño como contenido en el área artística en la enseñanza.
- En cuanto a la Cabalgata del Pregó, se apuesta por “primar la calidad en la representación y actuaciones frente a la cantidad”.
- La indumentaria. Se apuesta por eliminar el lujo en la vestimenta de llaurador y se insiste en que la blusa no es una prenda de vestir femenina.
- La mujer y la fiesta. Se reclama un protocolo de funciones para reinas y damas y asimismo, normativizar la disponibilidad económica que comportan los cargos, “que deberá recaer en el presupuesto del Ayuntamiento”. Se sugiere cambiar el nombre de la reina y corte por “gaiateras”.
- La estructura festera. Reconocimiento de la calle como espacio festero con apoyo de las instituciones. Luz, música de fiesta y fuego deben ser la base de la actuación del futuro, por lo que habrá que potenciar los espectáculos que tienen la luz como base, reconocer la música en todas sus manifestaciones -incidiendo especialmente en el Festival de Música- y potenciar el certamen de pirotecnia. Asimismo, se constata la necesidad de una nueva reforma de los Estatutos de la Fundación Municipal de Fiestas “para adaptarlos al momento actual” y su edición bilingüe.
- De los entes festeros. “Distinguir y definir qué son collas festeras y elaborar un censo”. Además, se apuesta por implicar a los entes festeros en el tema de la revisión de la sectorialización, con la creacion de una comisión conjunta de Ayuntamiento, Junta de Fiestas, Gestora de Gaiatas, Federación de Collas, para estudiar el tema. Asimismo, se establece que collas y gaiatas no son entes excluyentes “sino más bien complementarios”. Finalmente, se insta al Ayuntamiento a crear un “Museo Magdalenero”.
- Financiación de los entes festeros. Se reclama el apoyo económico a las entidades o asociaciones que recuperen u organicen actos de interés general, y se constata la necesidad de regular las subvenciones y ayudas a asociaciones y entes festeros, “y se debería dar apoyo a aquellas asociaciones que presenten un programa de actos debidamente presupuestado”. Cumplidos los objetivos, “se daría la ayuda, de manera que fuera proporcional al trabajo realizado y no como fijos, como pasa ahora”.Epílogo: se apuesta por el reconocimiento “del nivel que el valenciano está consiguiendo en las fiestas de la Magdalena”, y asimismo, se realza “el significado de la recuperación de la Tornà como acto fundamental del calendario magdalenero”.

Según recogen Monferrer y Sánchez Adell, en este tercer congreso «se insistió sobre todo en la necesidad del desarrollo estatutario como la mejor manera de encarar el futuro de las fiestas«. Más incisiva fue la visión del director de Mediterráneo, Jesús Montesinos, publicada en vísperas de la clausura del congreso y bajo el título Fiestas de todos: “El Congreso Magdalenero tendrá conclusiones para todos los gustos, pero si quiere ser efectivo debe plantearse resoluciones acordes con la realidad, antes de que queden desfasadas. Y ahí sólo debe haber una tónica general: participación. Las fiestas han perdido el corsé institucional en beneficio del a calle. Y ya no caben guardianes de las esencias que vuelvan a secuestrar Juntas o sectores”.
1978, 1986 y 1995. Tres citas separadas por 17 años. Han debido pasar otros 22 para que se volviera a convocar un congreso, y esta distancia nos permite extraer algunas conclusiones básicas:
1. Los tres primeros congresos surgieron de la sociedad civil. El Ateneo, la asociación de Moros d’Alqueria y la Federación de Colles impulsaron y organizaron ‘sus’ congresos de manera independiente, al margen del poder político. Sólo el primero fue convocado formalmente por la Junta Central de Festejos de la Magdalena.
2. Pese a ser acontecimientos sin conexión inicial entre sí, los Moros d’Alqueria asumieron explícitamente el relevo del Ateneo al hablar del “II Congreso”, y posteriormente la Federación de Colles hizo lo propio al convocar el tercero como tal y no como evento independiente. Esta sucesión de hechos dio un plus de legitimidad a las conclusiones de estos encuentros del mundo de la fiesta.
3. El impacto real de los congresos sobre el universo festero fue desigual. Cabe deducir, atendiendo a los hechos y sin temor a equivocarse, que el mayor efecto correspondió a la segunda edición. La reforma de los Estatutos en 1988 y la despolitización de la estructura festera con la creación de la Fundación Municipal de Fiestas parece responder -con creces- a la conclusión más destacada del II Congreso: “La Junta Central debe establecer mayores cauces de participación”.

